Escuela de aprendices, capítulo 1
El silencio que reinaba en el Vaticano se vio roto por el sonido metálico de unas pisadas que avanzaban con prisas hacia el patio de armas.
- El Hermano Pedro ha dicho que no se deben correr por los sagrados pasillos del Vaticano a menos que sea algo realmente importante.- se dijo a si mismo el joven aprendiz de la Inquisición mientras su túnica de aprendiz ondeaba a su paso. En el patio de armas, la hermana Isabel miraba con impaciencia los pasillos de acceso y pensaba para sí “este Hermano Víctor ya vuelve a llegar tarde, todos los días igual, qué paciencia con él. En cuanto aparezca me va a oír.”
Cuando entró en el patio de armas se encontró con sus compañeros, gracias a Dios el Hermano Ángel no había llegado todavía, así que no tendría que estar dando explicaciones de su tardanza. Sin embargo, Isabel, su compañera y posiblemente su mejor amiga, no pensaba lo mismo que él, así que cuando se acercó al grupo de aprendices ella se lanzó dispuesta a pedirle explicaciones.
Al verla venir Víctor levantó la mano - Alto, se lo que vas a decirme y lo se, pero tuve un problema con mi bota derecha.- dijo señalando el complicado sistema de hebillas de las botas oficiales de la Inquisición.
- Sabes que no es excusa.- le dijo ella visiblemente molesta con la falta de responsabilidad de su compañero.
Él se encogió de hombros y puso cara de no haber roto un plato. - Ya se, ya se, pero que quieres que le haga...- dijo mientras señalaba detrás de ella, el hermano Ángel acababa de entrar en el patio de armas.
- Ya hablaremos tú y yo luego.- dijo Isabel visiblemente molesta mientras volvía a la formación.
Todos saludaron de forma marcial y al unísono al Hermano Ángel cuando este finalmente se situó delante de ellos, la armadura y el traje negro y rojo de la inquisición del Hermano brillaban impolutos ante el grupo de aprendices.
- Buenos días hermanos aprendices.- dijo con su voz grave, su pelo corto apenas se movía con la suave brisa que se había levantado. - Hoy aprenderéis a usar un arma muy eficaz en nuestra Sagrada Cruzada contra los Vampiros.- dijo frunciendo el ceño al tiempo que repasaba con la vista a todos los hermanos aprendices.
- Genial, nos darán un screamer.- le dijo Víctor a Isabel en susurros, pero no lo suficientemente bajo pues el Hermano Ángel giró su cabeza como si tuviese un resorte en ella.
- Chist, dijo Isabel, pero ya era demasiado tarde…
- Y para ayudarme el hermano aprendiz Víctor se ofrece voluntario.- dijo mostrando una sonrisa torcida de medio lado mientras señalaba al aprendiz y le hacía un gesto para que se acercase.
Víctor suspiró y avanzó entre las risitas de sus compañeros, cuando llegó a la altura del Hermano Ángel éste le entregó una mochila con dos pequeños retroreactores.
- Esta herramienta del castigo divino os servirá para mejorar vuestras habilidades en el combate y así ser mas precisos a la hora de cumplir con vuestro sagrado deber de proteger a los hombres de los vampiros.- dijo el Hermano Ángel mientras el aprendiz se ponía el equipo y lo ajustaba.
- Bien Hermano Víctor, demuéstranos como sabes hacerlo.- dijo mientras se apartaba unos pasos.
El aprendiz se miró, miró al Hermano Ángel, volvió a mirarse, miró hacia Isabel y al ver que esta se encogía de hombros optó por echarle moral al asunto e intentó hacer un leve vuelo hacia el final del patio de armas. “Dios mío espero, que no monte ninguna de las suyas”, pensaba la hermana Isabel mientras observaba como Víctor se ponía los retroreactores.
Los motores del retroreactor se encendieron con un tenue brillo azul y pronto el aprendiz estaba volando, bastante despacio eso si, hacia el fondo del patio, Víctor sonreía por la facilidad que estaba teniendo para controlarlo cuando decidió acelerar, a fin de cuentas, no podía ser mucho más complicado que a esta velocidad... Se equivocaba. De repente la figura de Víctor comenzó a hacer giros extraños y uno de los reactores se apagó, por lo que el hermano aprendiz avanzó casi 200 metros dando vueltas y girando sobre si mismo en espiral para acabar estampado contra el murete del fondo del patio de armas.
- Auch- dijo cuando Víctor recuperó la conciencia, la Hermana Noelle que estaba cerca se giró al oír el quejido, sonrió ampliamente mientras se acercaba hasta la cama.
- ¿Ya estás despierto?- le preguntó la Hermana mientras le acercaba un vaso de agua con una pastilla. - Ha venido alguien a verte.- le dijo antes de que el aprendiz hubiese terminado de tragarse la pastilla. Por la puerta entró Isabel, se la veía contenta aunque también se veía que sus ojos habían estado llorando, ¿por él?...
- Me alegro que ya estés despierto, vaya coscorrón de distes.- le dijo su amiga al llegar al borde de la cama.
- Gracias, creo que esa mochila era inestable.- dijo sonriendo mientras se rascaba la nuca, la verdad es que se había dado un buen golpe contra aquella pared.
- Bueno, cuando estés listo creo que el Hermano Ángel quiere hablar contigo- dicho lo cual se inclinó sobre la cama y le dio un beso en la frente, para luego salir corriendo suavemente de la enfermería antes de que pudiese replicar. “Este Víctor me va a matar a disgustos”, pensaba Isabel mientras salía al pasillo con una sonrisa en la boca mientras sus mejillas se teñían de un ardiente fulgor rosado.
La Hermana Noelle sonrió e hizo como que no había visto nada. Víctor por su parte se limitó a tumbarse y quedarse dormido con una sonrisa de satisfacción en la cara.
- El Hermano Pedro ha dicho que no se deben correr por los sagrados pasillos del Vaticano a menos que sea algo realmente importante.- se dijo a si mismo el joven aprendiz de la Inquisición mientras su túnica de aprendiz ondeaba a su paso. En el patio de armas, la hermana Isabel miraba con impaciencia los pasillos de acceso y pensaba para sí “este Hermano Víctor ya vuelve a llegar tarde, todos los días igual, qué paciencia con él. En cuanto aparezca me va a oír.”
Cuando entró en el patio de armas se encontró con sus compañeros, gracias a Dios el Hermano Ángel no había llegado todavía, así que no tendría que estar dando explicaciones de su tardanza. Sin embargo, Isabel, su compañera y posiblemente su mejor amiga, no pensaba lo mismo que él, así que cuando se acercó al grupo de aprendices ella se lanzó dispuesta a pedirle explicaciones.
Al verla venir Víctor levantó la mano - Alto, se lo que vas a decirme y lo se, pero tuve un problema con mi bota derecha.- dijo señalando el complicado sistema de hebillas de las botas oficiales de la Inquisición.
- Sabes que no es excusa.- le dijo ella visiblemente molesta con la falta de responsabilidad de su compañero.
Él se encogió de hombros y puso cara de no haber roto un plato. - Ya se, ya se, pero que quieres que le haga...- dijo mientras señalaba detrás de ella, el hermano Ángel acababa de entrar en el patio de armas.
- Ya hablaremos tú y yo luego.- dijo Isabel visiblemente molesta mientras volvía a la formación.
Todos saludaron de forma marcial y al unísono al Hermano Ángel cuando este finalmente se situó delante de ellos, la armadura y el traje negro y rojo de la inquisición del Hermano brillaban impolutos ante el grupo de aprendices.
- Buenos días hermanos aprendices.- dijo con su voz grave, su pelo corto apenas se movía con la suave brisa que se había levantado. - Hoy aprenderéis a usar un arma muy eficaz en nuestra Sagrada Cruzada contra los Vampiros.- dijo frunciendo el ceño al tiempo que repasaba con la vista a todos los hermanos aprendices.
- Genial, nos darán un screamer.- le dijo Víctor a Isabel en susurros, pero no lo suficientemente bajo pues el Hermano Ángel giró su cabeza como si tuviese un resorte en ella.
- Chist, dijo Isabel, pero ya era demasiado tarde…
- Y para ayudarme el hermano aprendiz Víctor se ofrece voluntario.- dijo mostrando una sonrisa torcida de medio lado mientras señalaba al aprendiz y le hacía un gesto para que se acercase.
Víctor suspiró y avanzó entre las risitas de sus compañeros, cuando llegó a la altura del Hermano Ángel éste le entregó una mochila con dos pequeños retroreactores.
- Esta herramienta del castigo divino os servirá para mejorar vuestras habilidades en el combate y así ser mas precisos a la hora de cumplir con vuestro sagrado deber de proteger a los hombres de los vampiros.- dijo el Hermano Ángel mientras el aprendiz se ponía el equipo y lo ajustaba.
- Bien Hermano Víctor, demuéstranos como sabes hacerlo.- dijo mientras se apartaba unos pasos.
El aprendiz se miró, miró al Hermano Ángel, volvió a mirarse, miró hacia Isabel y al ver que esta se encogía de hombros optó por echarle moral al asunto e intentó hacer un leve vuelo hacia el final del patio de armas. “Dios mío espero, que no monte ninguna de las suyas”, pensaba la hermana Isabel mientras observaba como Víctor se ponía los retroreactores.
Los motores del retroreactor se encendieron con un tenue brillo azul y pronto el aprendiz estaba volando, bastante despacio eso si, hacia el fondo del patio, Víctor sonreía por la facilidad que estaba teniendo para controlarlo cuando decidió acelerar, a fin de cuentas, no podía ser mucho más complicado que a esta velocidad... Se equivocaba. De repente la figura de Víctor comenzó a hacer giros extraños y uno de los reactores se apagó, por lo que el hermano aprendiz avanzó casi 200 metros dando vueltas y girando sobre si mismo en espiral para acabar estampado contra el murete del fondo del patio de armas.
- Auch- dijo cuando Víctor recuperó la conciencia, la Hermana Noelle que estaba cerca se giró al oír el quejido, sonrió ampliamente mientras se acercaba hasta la cama.
- ¿Ya estás despierto?- le preguntó la Hermana mientras le acercaba un vaso de agua con una pastilla. - Ha venido alguien a verte.- le dijo antes de que el aprendiz hubiese terminado de tragarse la pastilla. Por la puerta entró Isabel, se la veía contenta aunque también se veía que sus ojos habían estado llorando, ¿por él?...
- Me alegro que ya estés despierto, vaya coscorrón de distes.- le dijo su amiga al llegar al borde de la cama.
- Gracias, creo que esa mochila era inestable.- dijo sonriendo mientras se rascaba la nuca, la verdad es que se había dado un buen golpe contra aquella pared.
- Bueno, cuando estés listo creo que el Hermano Ángel quiere hablar contigo- dicho lo cual se inclinó sobre la cama y le dio un beso en la frente, para luego salir corriendo suavemente de la enfermería antes de que pudiese replicar. “Este Víctor me va a matar a disgustos”, pensaba Isabel mientras salía al pasillo con una sonrisa en la boca mientras sus mejillas se teñían de un ardiente fulgor rosado.
La Hermana Noelle sonrió e hizo como que no había visto nada. Víctor por su parte se limitó a tumbarse y quedarse dormido con una sonrisa de satisfacción en la cara.
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