Déja vu
Entró en la casa y dejó las llaves en la mesa de entrada. Con las luces apagadas, caminó hasta su habitación en donde, mientras dejaba el bolso caer sobre la cama, abrió el armario y cogió una percha. Se dirigió al baño, todavía sin dar ningún interruptor. Allí desplegó su paraguas y, después de ponerlo en la percha, colgó su chubasquero de la barra de la ducha para que escurriera el agua de lluvia que parecía caer como si nunca más fuera a llover.
Pensando, le parecía increíble que, hace escasos meses le asustase la oscuridad como para no poder dormir tranquila sin haberse levantado hasta tres veces para comprobar que todo estaba en perfecto orden y había cerrado todo convenientemente. Ahora era diferente, desde aquella noche. Ese encuentro había cambiado su vida y había dejado de ser una chica asustadiza y tímida para convertirse en una combatiente de las fuerzas oscuras.
Desde siempre había sabido que era diferente, tenía una sensibilidad especial para conocer el estado de ánimo de las personas, sentía cosas que jamás quiso o pudo compartir. Su percepción del mundo iba más alla de lo que sus cinco sentidos le decían, había algo que no alcanza a entender pero que le hacía sentirse más débil y vulnerable que cualquiera, sentía el dolor y la alegría más allá de lo que ni ella misma comprendía. Tratada como una niña introvertida, al menos, nunca nadie se había molestado en preguntarle qué le sucedía y eso había sido su única fuerza, lo único a lo que aferrarse en momentos donde, su percepción del pasado, su noción de vidas anteriores, propias y ajenas, del dolor, de la esperanza, del deseo, le aterraba de tal manera que si alguien le hubiera preguntado qué pasaba, seguro le habrían encerrado en un psiquiátrico infantil.
Todo sucedió la noche del día en que cumplía 25 años. El día había sido normal, había comido con su hermano, merendado con sus escasos amigos y cenado con sus padres. Los regalos fueron los típicos, ropa, dinero, colonia..., ¡qué se podía esperar! Fue en el camino regreso a su casa donde todo sucedió. La noche era especialmente cálida para ser 31 de octubre, clara debido a la luna llena que lucía radiante en el cielo despejado, y todo en el ambiente hablaba de que el día siguiente sería uno tranquilo y con buen tiempo. Al dar la vuelta a la esquina para encarar su calle, se dio cuenta de que había algo diferente en el ambiente, un hombre, con una fuerte energía se encontraba apostado en su portal. Aún en contra de su voluntad, se vio a sí misma caminando hacia esa figura pequeña, atraída como si de un imán se tratara. Según se acercaba, todo pareció volverse más cálido, más luminoso, más tranquilo, en paz, aún así no dejaba de ser desconcertante, las salidas de la rutina no le gustaban nada. Al llegar a la altura del sujeto, este levantó su mano a modo de saludo y dijo:
-¿Eres Mel, verdad? - su voz sonó como hueca, aunque era agradable y melodiosa.
-Sí, soy yo -, respondió, todavía a la defensiva pero curiosa a la vez.
-He venido a llevarte conmigo. Hoy comienza tu entrenamiento, nuestro ejército te necesita. - Añadió serenamente el extraño.
-¿Entrenamiento? ¿Ejército? ¿De qué está hablando? -, su voz adquirió un tono agudo, aquello empezaba a ser preocupante.
-¿Nunca te has preguntado porqué eres diferente a los demás, porqué ves cosas que otros no ven? Si vienes conmigo conocerás el motivo de tus continuos déja vus, de tus sentimientos y sentidos agudizados, tan sólo tienes que confiar en mí y acompañarme.
En ese momento, todo se iluminó y un gran portal de color azul eléctrico apareció frente a ellos. El hombre entró en él, se giró y tendió una mano a la asustada muchacha que, aún temblando, la tomó y se adentró. Tras pasar el portal se cerró y en la calle sólo quedó la luz de las farolas iluminando a aquellos que paseaban por allí, que no vieron lo que allí sucedió.
Tras cruzar el portal, su vida había cambiado radicalmente. Por el día hacía su vida normal en el mundo que todos conocían, pero cada noche, ese sujeto venía a recogerla y le mostraba el porqué de sus poderes, el porqué ella era una de las elegidas, una de las que habría de unirse a las fuerzas de la luz cuando la siguiente guerra comenzara, y para eso quedaba tan poco tiempo... Horas y horas de entrenamiento mental y físico que Mel soportaba con una actitud entregada, sumisa y despierta. Era la primera vez en su vida que se sentía comprendida, normal, viva. Por supuesto nadie en su vida supo lo que pasaba, pensaban que la transformación se debía a un chico o a algun mérito alcanzado en el trabajo pero como siempre, nadie le preguntó, mejor así, habrían seguido sin comprender. Nadie habría entendido que esa pequeña muchacha introvertida, esa chica tímida y reservada era en realidad la reencarnación de una de los comandantes del ejercito de la luz, era el más fuerte, el más decidido, esa muchacha era la que, como tantas veces, tantas como siglos, habría de salvar a la humanidad de la oscuridad eterna.
Después de darse una ducha, secarse el pelo y vestirse, salió a la calle. La pequeña figura estaba esperando como siempre desde hacía un año. Era la noche del 31 de octubre, ese día había cumplido 26 años, ese día era el primero de una nueva era.
-¿Está dispuesta, señora? -, dijo el que había sido su tutor mientras entraba en el portal.
-Así es, que comience la lucha -, dijo ella mientras sacaba de su gabardina una espada cubierta de fuego, el fuego divino.
Pensando, le parecía increíble que, hace escasos meses le asustase la oscuridad como para no poder dormir tranquila sin haberse levantado hasta tres veces para comprobar que todo estaba en perfecto orden y había cerrado todo convenientemente. Ahora era diferente, desde aquella noche. Ese encuentro había cambiado su vida y había dejado de ser una chica asustadiza y tímida para convertirse en una combatiente de las fuerzas oscuras.
Desde siempre había sabido que era diferente, tenía una sensibilidad especial para conocer el estado de ánimo de las personas, sentía cosas que jamás quiso o pudo compartir. Su percepción del mundo iba más alla de lo que sus cinco sentidos le decían, había algo que no alcanza a entender pero que le hacía sentirse más débil y vulnerable que cualquiera, sentía el dolor y la alegría más allá de lo que ni ella misma comprendía. Tratada como una niña introvertida, al menos, nunca nadie se había molestado en preguntarle qué le sucedía y eso había sido su única fuerza, lo único a lo que aferrarse en momentos donde, su percepción del pasado, su noción de vidas anteriores, propias y ajenas, del dolor, de la esperanza, del deseo, le aterraba de tal manera que si alguien le hubiera preguntado qué pasaba, seguro le habrían encerrado en un psiquiátrico infantil.
Todo sucedió la noche del día en que cumplía 25 años. El día había sido normal, había comido con su hermano, merendado con sus escasos amigos y cenado con sus padres. Los regalos fueron los típicos, ropa, dinero, colonia..., ¡qué se podía esperar! Fue en el camino regreso a su casa donde todo sucedió. La noche era especialmente cálida para ser 31 de octubre, clara debido a la luna llena que lucía radiante en el cielo despejado, y todo en el ambiente hablaba de que el día siguiente sería uno tranquilo y con buen tiempo. Al dar la vuelta a la esquina para encarar su calle, se dio cuenta de que había algo diferente en el ambiente, un hombre, con una fuerte energía se encontraba apostado en su portal. Aún en contra de su voluntad, se vio a sí misma caminando hacia esa figura pequeña, atraída como si de un imán se tratara. Según se acercaba, todo pareció volverse más cálido, más luminoso, más tranquilo, en paz, aún así no dejaba de ser desconcertante, las salidas de la rutina no le gustaban nada. Al llegar a la altura del sujeto, este levantó su mano a modo de saludo y dijo:
-¿Eres Mel, verdad? - su voz sonó como hueca, aunque era agradable y melodiosa.
-Sí, soy yo -, respondió, todavía a la defensiva pero curiosa a la vez.
-He venido a llevarte conmigo. Hoy comienza tu entrenamiento, nuestro ejército te necesita. - Añadió serenamente el extraño.
-¿Entrenamiento? ¿Ejército? ¿De qué está hablando? -, su voz adquirió un tono agudo, aquello empezaba a ser preocupante.
-¿Nunca te has preguntado porqué eres diferente a los demás, porqué ves cosas que otros no ven? Si vienes conmigo conocerás el motivo de tus continuos déja vus, de tus sentimientos y sentidos agudizados, tan sólo tienes que confiar en mí y acompañarme.
En ese momento, todo se iluminó y un gran portal de color azul eléctrico apareció frente a ellos. El hombre entró en él, se giró y tendió una mano a la asustada muchacha que, aún temblando, la tomó y se adentró. Tras pasar el portal se cerró y en la calle sólo quedó la luz de las farolas iluminando a aquellos que paseaban por allí, que no vieron lo que allí sucedió.
Tras cruzar el portal, su vida había cambiado radicalmente. Por el día hacía su vida normal en el mundo que todos conocían, pero cada noche, ese sujeto venía a recogerla y le mostraba el porqué de sus poderes, el porqué ella era una de las elegidas, una de las que habría de unirse a las fuerzas de la luz cuando la siguiente guerra comenzara, y para eso quedaba tan poco tiempo... Horas y horas de entrenamiento mental y físico que Mel soportaba con una actitud entregada, sumisa y despierta. Era la primera vez en su vida que se sentía comprendida, normal, viva. Por supuesto nadie en su vida supo lo que pasaba, pensaban que la transformación se debía a un chico o a algun mérito alcanzado en el trabajo pero como siempre, nadie le preguntó, mejor así, habrían seguido sin comprender. Nadie habría entendido que esa pequeña muchacha introvertida, esa chica tímida y reservada era en realidad la reencarnación de una de los comandantes del ejercito de la luz, era el más fuerte, el más decidido, esa muchacha era la que, como tantas veces, tantas como siglos, habría de salvar a la humanidad de la oscuridad eterna.
Después de darse una ducha, secarse el pelo y vestirse, salió a la calle. La pequeña figura estaba esperando como siempre desde hacía un año. Era la noche del 31 de octubre, ese día había cumplido 26 años, ese día era el primero de una nueva era.
-¿Está dispuesta, señora? -, dijo el que había sido su tutor mientras entraba en el portal.
-Así es, que comience la lucha -, dijo ella mientras sacaba de su gabardina una espada cubierta de fuego, el fuego divino.
2 comentarios:
¡Guau! Qué guapo. Me tenías en vilo, qué miedo me daba el hombre antes de que hablara, jeje. Me gusta mucho. Yo también me siento a veces un poco rara, pero no creo que venga nadie a buscarme nunca para enseñarme nada :P
xDDD Ya, ni a mí tampoco, pero ¿no estaría genial? Que alguien pudiera enseñarte porqué ves o sientes que a veces has vivido una situación antes. Yo vuelvo a tener una de mis rachas de déja-vus y, aunque me gusta, no deja de ser inquietante ¬¬
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