Camino de magia (1ª parte)
Amanecía en el bosque cercano a Prontera, los pájaros se desperezaban en sus nidos y los lunatic comenzaban a salir de sus madrigueras para aprovechar los primeros rayos de sol. Todo estaba tranquilo o al menos eso parecía porque, en lo alto de una colina, cerca de la puerta a Culvert, la figura de una sabia se recortaba frente al sol naciente. Melisandre miró de nuevo hacia los muros de la capital de Midgard, ¿cuánto hacía que no entraba en esa ciudad? ¿Diez, doce años? Ya había perdido la cuenta, era mucho tiempo el transcurrido pero, a la vez, parecía poco y es que la vida de un sabio está plagada de retos, desafíos, estudios, exámenes, consultas, lecturas meditación, batallas contra monstruos, los elementos, contra uno mismo, la más importante de todas.
Sin embargo eso importaba poco, hoy el enemigo era una sombra más pesada que una losa, un monstruo más horrible que una Pesadilla, hoy era un día especial. Hoy volvía a su casa, aquella que la vio nacer y crecer; hoy regresaba a las calles en las que había jugado junto a sus hermanos; hoy caminaría de nuevo en dirección a la tienda de armas que sus padres regentaban cerca del cuartel general de caballería de la ciudad. Y tenía miedo, un miedo profundo, desenterrado del lugar que había ocupado en el mismo instante en que se fue de esa casa para seguir su propio camino, aquél que rompía con todas las normas, el mismo que la destinaba a ser la primera maga de una saga de comerciantes, alquimistas y herreros.
Siempre había sido rara, o al menos eso pensaban en su casa. Era una niña introvertida, poco habladora aunque con una curiosidad insaciable que colmaba leyendo libros, columnas de libros que su abuelo le traía a escondidas de la tienda de un amigo suyo. Él había sido el único que le había apoyado en su "descabellada" idea de convertirse en maga. Él había ahorrado el dinero suficiente para que la joven aprendiz fuera a Geffen a recibir todas las enseñanzas que debe recibir un joven para ser un mago de provecho. Él la había defendido frente a sus padres, más su madre que su padre, argumentando que un mago no deja de ser un alquimista que no necesita de frascos para conseguir curar o matar a los enemigos. Él y su mirada fueron lo último que vio cuando una fría mañana de otoño cogió el carro que la llevaría a la escuela de magia.
Pero su abuelo ya no estaba, hacía cuatro años que les había abandonado, esa era la última ocasión en que Melisandre había visto a sus padres. El funeral fue en Alberta y sólo su padre y su hermano mayor la habían recibido con un fuerte abrazo. Por aquel entonces se estaba preparando para el examen de ascenso a sabia que tendría lugar en Juno, la ciudad de los sabios, poco podría haber imaginado ella qué pasaría después, tal vez se lo habría pensado, o tal vez no... Hoy volvía porque, mediante una carta urgente, su hermano le avisaba de que su padre se estaba muriendo y no quería despedirse sin ver a su hija, la sabia más conocida desde los primeros tiempos.
----------------
Continuará
Sin embargo eso importaba poco, hoy el enemigo era una sombra más pesada que una losa, un monstruo más horrible que una Pesadilla, hoy era un día especial. Hoy volvía a su casa, aquella que la vio nacer y crecer; hoy regresaba a las calles en las que había jugado junto a sus hermanos; hoy caminaría de nuevo en dirección a la tienda de armas que sus padres regentaban cerca del cuartel general de caballería de la ciudad. Y tenía miedo, un miedo profundo, desenterrado del lugar que había ocupado en el mismo instante en que se fue de esa casa para seguir su propio camino, aquél que rompía con todas las normas, el mismo que la destinaba a ser la primera maga de una saga de comerciantes, alquimistas y herreros.
Siempre había sido rara, o al menos eso pensaban en su casa. Era una niña introvertida, poco habladora aunque con una curiosidad insaciable que colmaba leyendo libros, columnas de libros que su abuelo le traía a escondidas de la tienda de un amigo suyo. Él había sido el único que le había apoyado en su "descabellada" idea de convertirse en maga. Él había ahorrado el dinero suficiente para que la joven aprendiz fuera a Geffen a recibir todas las enseñanzas que debe recibir un joven para ser un mago de provecho. Él la había defendido frente a sus padres, más su madre que su padre, argumentando que un mago no deja de ser un alquimista que no necesita de frascos para conseguir curar o matar a los enemigos. Él y su mirada fueron lo último que vio cuando una fría mañana de otoño cogió el carro que la llevaría a la escuela de magia.
Prontera
Pero su abuelo ya no estaba, hacía cuatro años que les había abandonado, esa era la última ocasión en que Melisandre había visto a sus padres. El funeral fue en Alberta y sólo su padre y su hermano mayor la habían recibido con un fuerte abrazo. Por aquel entonces se estaba preparando para el examen de ascenso a sabia que tendría lugar en Juno, la ciudad de los sabios, poco podría haber imaginado ella qué pasaría después, tal vez se lo habría pensado, o tal vez no... Hoy volvía porque, mediante una carta urgente, su hermano le avisaba de que su padre se estaba muriendo y no quería despedirse sin ver a su hija, la sabia más conocida desde los primeros tiempos.
----------------
Continuará
2 comentarios:
Capítulo introductorio, sin duda. Hum.. tengo curiosidad por saber qué ha tenido que pasar Melisandre para llegar a ser lo que es. ¿Y cómo reaccionará su familia al verla después de tanto tiempo? Eres mala, nos dejas en ascuas :D
Jur, pobre Melinsandre primer capítulo y ya le han pasado cosas tristes >.<
Está muy interesante, sigue !!! Me encanta imaginarme una historia en los mundos del Ro, muchas gracias !
Publicar un comentario