Fantasmas
Ayer, después de casi tres años, aparecieron mis fantasmas, esos fantasmas del pasado, esos que crees nunca volveran, pero que sí, vuelven, así lo hicieron, volvieron. Tal vez fue el eclipse lunar, tal vez fue que durante estos días he estado viendo un anime en el cual he visto una situación muy parecida a la que yo viví en su día, tal vez fueron las hormonas, tal vez..., tal vez era el momento.
Hace tres años tomé una decisión, desde la razón, desde el sentido común, desde lo más profundo de mi ser. Esa decisión, que primero fue forzada, pasó a ser algo de mí, algo que era necesario que fuera así porque si no una sombra amenazaba con destruirme. Esa decisión pasó a ser parte de mi vida, por mi bienestar, por mi integridad, por mi salud mental, si es que me queda alguna. Esa decisión fue, sin duda, el mejor acierto de mi vida.
Sin embargo, los fantasmas han estado acechando todo este tiempo. Yo sabía que podían saltar en cualquier momento, pero me han pillado desprevenida. Me han acosado del tal modo que me han hecho dudar de mí misma, cubriéndolo todo con un velo negro, un velo de dudas, un velo que ha hecho que me plantee cosas que no deberían ser puestas en duda.
¿Cómo nosotros mismos podemos hacernos tanto daño dejándonos llevar de aquéllo que anhelamos? Porque esos fantasmas no son otros que mis propios fantasmas, esos que en su día enterré porque dolía más escucharlos que no oírlos, esos que me llamaban a la autodestrucción. Aquellos que me conocéis seguro que os habéis sorprendido con esas palabras, sabéis que soy una persona positiva, que se enfrenta a la vida con alegría y tranquilidad, al menos lo hago con la que puedo en cada momento. Sin embargo, los fantasmas de los que hablo son fruto de la tristeza más fuerte, del anhelo más profundo, del deseo no cumplido, son fantasmas venidos del rechazo mayor que uno puede tener, del amor perdido y nunca encontrado.
Son los fantasmas más aterradores que puede haber, al menos son los más siniestros a los que me he enfrentado, sin embargo, el plantarles cara me ha hecho ver que soy más fuerte que hace tres años, pero sobre todo me ha hecho sentir que tengo a mi lado la persona que quiero, esa que me da todo lo que espero y deseo: un amor, sereno, tranquilo, pausado; un cariño, profundo, tierno, dulce; es mi fortaleza sólida y resistente. Siento que a mi lado hay una mano que se me tiende en los momentos más dolorosos y que me acepta con mis flaquezas y mis dudas, que se me escucha y se confía en mí como nunca lo hicieron antes.
Ayer y también hoy he estado recordando la frase que me decía mi padre por aquellos tiempos: "somos esclavos de lo que deseamos compulsivamente", pero ¿es tan grande mi deseo? No lo creo, mis fantasmas han vuelto para recordarme lo que tengo y no valoro como se merece... A partir de ahora eso cambiará.
Hace tres años tomé una decisión, desde la razón, desde el sentido común, desde lo más profundo de mi ser. Esa decisión, que primero fue forzada, pasó a ser algo de mí, algo que era necesario que fuera así porque si no una sombra amenazaba con destruirme. Esa decisión pasó a ser parte de mi vida, por mi bienestar, por mi integridad, por mi salud mental, si es que me queda alguna. Esa decisión fue, sin duda, el mejor acierto de mi vida.
Sin embargo, los fantasmas han estado acechando todo este tiempo. Yo sabía que podían saltar en cualquier momento, pero me han pillado desprevenida. Me han acosado del tal modo que me han hecho dudar de mí misma, cubriéndolo todo con un velo negro, un velo de dudas, un velo que ha hecho que me plantee cosas que no deberían ser puestas en duda.
¿Cómo nosotros mismos podemos hacernos tanto daño dejándonos llevar de aquéllo que anhelamos? Porque esos fantasmas no son otros que mis propios fantasmas, esos que en su día enterré porque dolía más escucharlos que no oírlos, esos que me llamaban a la autodestrucción. Aquellos que me conocéis seguro que os habéis sorprendido con esas palabras, sabéis que soy una persona positiva, que se enfrenta a la vida con alegría y tranquilidad, al menos lo hago con la que puedo en cada momento. Sin embargo, los fantasmas de los que hablo son fruto de la tristeza más fuerte, del anhelo más profundo, del deseo no cumplido, son fantasmas venidos del rechazo mayor que uno puede tener, del amor perdido y nunca encontrado.
Son los fantasmas más aterradores que puede haber, al menos son los más siniestros a los que me he enfrentado, sin embargo, el plantarles cara me ha hecho ver que soy más fuerte que hace tres años, pero sobre todo me ha hecho sentir que tengo a mi lado la persona que quiero, esa que me da todo lo que espero y deseo: un amor, sereno, tranquilo, pausado; un cariño, profundo, tierno, dulce; es mi fortaleza sólida y resistente. Siento que a mi lado hay una mano que se me tiende en los momentos más dolorosos y que me acepta con mis flaquezas y mis dudas, que se me escucha y se confía en mí como nunca lo hicieron antes.
Ayer y también hoy he estado recordando la frase que me decía mi padre por aquellos tiempos: "somos esclavos de lo que deseamos compulsivamente", pero ¿es tan grande mi deseo? No lo creo, mis fantasmas han vuelto para recordarme lo que tengo y no valoro como se merece... A partir de ahora eso cambiará.
2 comentarios:
Pues sí, muchacha. Los fantasmas son sólo eso: espectros, ni siquiera son materia. Y ahora mismo estás en un plano material así que aférrate a esa mano y no la sueltes.
Y como ya te dije... estás mejor que nunca ahora mismo. Ni se te ocurra quedarte sólo con lo bueno del pasado. Es como el Síndrome de Estocolmo.
Uhm, tal vez tengas razón con eso de no quedarme sólo con lo bueno, de todas maneras no lo hice, sigo siendo consciente de lo malo, créeme que sí, tomé mi decisión en base a eso, pero soy nostálgica por naturaleza y a veces echo de menos cosas aunque sé que las mismas no son lo mejor para mí... Lo sé, soy rara =P
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