Escuela de aprendices, capítulo 2
El ligero viento que se había levantado ondeaba el pelo de la Hermana Isabel mientras esta miraba hacia todos los lados en posición de guardia. Un ruido metálico le indicó que las investigaciones que el Hermano Víctor estaba realizando sobre unas huellas justo a los pies de ella acababan de terminar, para bien o para mal.
- Todo parece indicar que se dirigían hacia el sur - dijo el Inquisidor señalando en la misma dirección que había dicho y comenzando a andar.
- Si tú lo dices habrá que ir hacia allí – dijo su compañera, un poco más relajada al sentirse acompañada…, no acababa de sentirse segura en esas misiones pues en ella seguía habiendo un temor hacia lo desconocido si bien sabía que el entrenamiento del Hermano Ángel era el mejor.
Al avanzar hacia el sitio ambos se dieron cuenta de que la construcción presentaba un aspecto tétrico, posiblemente había sido abandonada hacia mucho tiempo y no era la mejor idea el entrar allí al atardecer pues, incluso en las cercanías de Roma, los vampiros no eran nada extraños y en un barrio marginal como aquel era mejor confiar en la protección del sol.
Se detuvieron unos metros antes de llegar al edificio, inspeccionando con la mirada la mejor manera de entrar. Las ventanas de la parte baja estaban todas tapiadas o derruidas y la puerta, o más bien lo que en su día lo fue, era un amasijo de piedras y hierro.
Los dos Inquisidores vieron que posiblemente los vampiros habían usado las ventanas de la segunda planta y por unos momentos Víctor (se planteó el haber traído) echó de menos los retroreactores, pero enseguida se olvidó al recordar el incidente en la academia.
Tras unos segundos de meditación acerca de la mejor manera de entrar el Hermano Víctor se acercó despacio hasta unas de las ventanas tapiadas con tablones de madera e introdujo la punta de su screamer entre los tablones que quedaban un poco separados. Lo siguiente que se escuchó fue el estruendo de las tablas al saltar por los aires cuando el inquisidor accionó el potente motor de su arma.
Víctor tan sólo mostró una suave sonrisa y acto seguido se giró hacia su compañera para indicarla con la cabeza que podían avanzar, él entró primero en el edificio y observó atentamente todo mientras esperaba a su compañera.
Isabel tomó aliento y se dijo a sí misma que nadie le había obligado a ir a esa misión y que sabía a qué se enfrentaría antes de entrar en la academia de Inquisidores. Su decisión había sido firme, tanto como para enfrentarse a su familia y, por su bien y el de su compañero, debía afrontar cuanto antes sus temores. Afianzó sus cuchillas y siguió al hermano Víctor hacia el interior del edificio.
El polvo se había acumulado durante mucho tiempo encima de todos los muebles de la habitación, estaba claro que por ahí no había habido demasiado movimiento, así que una vez que Isabel hubo entrado decidió seguir avanzando por la penumbra de la casa, seguramente en el piso superior estuviesen las respuestas a las preguntas que ambos dos tenían.
- Todo parece indicar que se dirigían hacia el sur - dijo el Inquisidor señalando en la misma dirección que había dicho y comenzando a andar.
- Si tú lo dices habrá que ir hacia allí – dijo su compañera, un poco más relajada al sentirse acompañada…, no acababa de sentirse segura en esas misiones pues en ella seguía habiendo un temor hacia lo desconocido si bien sabía que el entrenamiento del Hermano Ángel era el mejor.
Al avanzar hacia el sitio ambos se dieron cuenta de que la construcción presentaba un aspecto tétrico, posiblemente había sido abandonada hacia mucho tiempo y no era la mejor idea el entrar allí al atardecer pues, incluso en las cercanías de Roma, los vampiros no eran nada extraños y en un barrio marginal como aquel era mejor confiar en la protección del sol.
Se detuvieron unos metros antes de llegar al edificio, inspeccionando con la mirada la mejor manera de entrar. Las ventanas de la parte baja estaban todas tapiadas o derruidas y la puerta, o más bien lo que en su día lo fue, era un amasijo de piedras y hierro.
Los dos Inquisidores vieron que posiblemente los vampiros habían usado las ventanas de la segunda planta y por unos momentos Víctor (se planteó el haber traído) echó de menos los retroreactores, pero enseguida se olvidó al recordar el incidente en la academia.
Tras unos segundos de meditación acerca de la mejor manera de entrar el Hermano Víctor se acercó despacio hasta unas de las ventanas tapiadas con tablones de madera e introdujo la punta de su screamer entre los tablones que quedaban un poco separados. Lo siguiente que se escuchó fue el estruendo de las tablas al saltar por los aires cuando el inquisidor accionó el potente motor de su arma.
Víctor tan sólo mostró una suave sonrisa y acto seguido se giró hacia su compañera para indicarla con la cabeza que podían avanzar, él entró primero en el edificio y observó atentamente todo mientras esperaba a su compañera.
Isabel tomó aliento y se dijo a sí misma que nadie le había obligado a ir a esa misión y que sabía a qué se enfrentaría antes de entrar en la academia de Inquisidores. Su decisión había sido firme, tanto como para enfrentarse a su familia y, por su bien y el de su compañero, debía afrontar cuanto antes sus temores. Afianzó sus cuchillas y siguió al hermano Víctor hacia el interior del edificio.
El polvo se había acumulado durante mucho tiempo encima de todos los muebles de la habitación, estaba claro que por ahí no había habido demasiado movimiento, así que una vez que Isabel hubo entrado decidió seguir avanzando por la penumbra de la casa, seguramente en el piso superior estuviesen las respuestas a las preguntas que ambos dos tenían.
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